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El rejuvenecimiento facial se dispara y deja de ser tabú: qué hacerse en cada edad según la recomendación médica

Con el objetivo de aportar claridad clínica, la Dra. Rosón, especialista en Cirugía Maxilofacial y Cirugía Estética Facial, explica en qué consiste el rejuvenecimiento facial, en auge actualmente, y cómo debe abordarse desde una perspectiva médica y responsable, acorde a cada edad y a las necesidades individuales

El envejecimiento facial no empieza «de golpe» a una edad concreta, sino que avanza de manera progresiva y afecta de forma distinta a la piel, la grasa, los músculos y el hueso en cada década de la vida. Esta realidad, unida a la creciente normalización social de la medicina estética, ha propiciado que cada vez más personas recurran a tratamientos e intervenciones faciales preventivas y de rejuvenecimiento. Una tendencia que, aunque ha contribuido a desestigmatizar estos procedimientos, ha venido también acompañada de un importante riesgo: el aumento de intervenciones realizadas fuera del entorno médico regulado, dificultando la correcta indicación de cada tratamiento y, lo más importante, poniendo en riesgo la seguridad del paciente y la calidad de los resultados.

Ante este escenario, expertos como la Dra. Silvia Rosón, especialista en Cirugía Maxilofacial y Cirugía Estética Facial, subrayan la importancia de recurrir a profesionales cualificados, capaces de identificar qué necesita cada rostro en cada etapa, valorar cada caso de forma individual y evitar tratamientos desproporcionados o inadecuados:

«El mejor tratamiento no es el más fuerte, sino el más adecuado para la edad, la anatomía y el estilo de vida de cada paciente. En mi práctica en Madrid, trabajo siempre con una idea clave: naturalidad inteligente. Solo con una valoración y supervisión médica rigurosa es posible prevenir cuando corresponde, tratar cuando es necesario y evitar intervenciones excesivas o inadecuadas que alteren la expresión natural o comprometan la seguridad del paciente», explica.

Con el objetivo de orientar a los pacientes y acompañar en este proceso de forma informada, la especialista analiza las pautas generales del rejuvenecimiento facial por edades, desde los 20 años en adelante:

  • A los 20: prevención y calidad de la piel. En la veintena, el objetivo no es rejuvenecer, sino preservar la calidad de la piel, evitar daños que se hagan visibles años después y construir una base sólida para que el envejecimiento llegue más tarde y de forma más amable. Así, en esta etapa, las intervenciones deben enfocarse en:
    • Diagnóstico de piel y rutina médica personalizada: regulación del sebo, tratamiento del acné activo y de sus cicatrices, control de manchas incipientes y pautas domiciliarias con cosmética médica.
    • Prevención del fotoenvejecimiento: educación en fotoprotección y, cuando es necesario, apoyo con peelings suaves o tratamientos de renovación epidérmica controlada.
    • Tratamientos mínimamente invasivos y muy selectivos: pequeñas dosis de neuromoduladores en áreas de gesticulación marcada o retoques muy puntuales, siempre bajo criterio de máxima discreción.
    • A los 30: primeras líneas y prevención avanzada. En torno a los 30 años, suelen aparecer las primeras arrugas de expresión marcadas y se produce una ligera pérdida de luminosidad y cambios en la textura de la piel. Así, en esta década, los tratamientos han de combinar prevención y corrección muy controlada, para que, sin que se note, el rostro presente una apariencia descansada, luminosa y uniforme, trabajando especialmente en:
      • Tercio superior de la cara: uso estratégico de neuromoduladores para suavizar arrugas en entrecejo, frente y patas de gallo, manteniendo la movilidad natural.
  • Hidratación y volúmenes sutiles con ácido hialurónico: para la mejora de ojeras hundidas y líneas finas perioculares, hidratación profunda de labios sin modificar su forma y pequeñas correcciones del pómulo cuando existe pérdida de soporte o desproporción.
  • Calidad de la piel: mesoterapia, vitaminas, bioestimuladores suaves o láseres de baja agresividad para mejorar poros, tono y textura.
  • A los 40: sostener la estructura y redefinir contornos. A partir de los 40 años, más allá de las arrugas, el envejecimiento afecta a la estructura facial: descenso de los compartimentos grasos, pérdida de definición mandibular e inicio de la flacidez en cuello y tercio medio. En este caso, el enfoque se vuelve más integral, siempre bajo la premisa de mantener la estructura facial original, sin transformarla:
  • Reposicionamiento sutil del volumen: uso avanzado de ácido hialurónico o inductores de colágeno para devolver soporte a pómulos, mentón y línea mandibular, evitando redondear el rostro.
  • Tratamientos para estimular colágeno: láser fraccionado, radiofrecuencia microneedling o bioestimuladores, según las necesidades del paciente.
  • Mirada y tercio superior: valoración de blefaroplastia o técnicas combinadas de medicina estética y cirugía cuando el exceso de piel en párpados o la caída de la cola de la ceja modifican la expresión.
  • Mini-liftings en pacientes seleccionados: cuando se considera indicado, para reposicionar tejidos antes de que la flacidez sea muy avanzada.
  • A los 50 y más: flacidez avanzada y abordaje integral. En la década de los 50 y en adelante, la flacidez en mandíbula y cuello es más evidente, aparecen pliegues profundos y se acentúa la pérdida ósea facial. En muchos casos, los tratamientos exclusivamente médicos no son suficientes, por ello, el plan más eficaz combina cirugía estética avanzada y protocolos médicos complementarios:
  • Lifting facial avanzado (incluyendo plano profundo): reposicionamiento de los tejidos del tercio medio e inferior y redefinición de la línea mandibular y el cuello, buscando un resultado natural y coherente con la edad.
  • Lifting de cuello y tratamiento de bandas platisma: corrección de la flacidez cervical, exceso de piel y bandas musculares, combinando, cuando es necesario, liposucción o lipofilling estructural.
  • Rejuvenecimiento de la mirada: blefaroplastia superior e inferior y tratamiento de bolsas y ojeras profundas preservando la expresión.
  • Optimización de la calidad cutánea: láseres más potentes, peelings médicos y protocolos de mantenimiento para prolongar los resultados.

Enfoque individualizado
Aunque la clasificación por décadas ayuda a orientar las necesidades de cada etapa, la especialista insiste en que no existen protocolos rígidos. «Cada paciente envejece de forma distinta, por lo que el diagnóstico individualizado sigue siendo determinante para indicar el tratamiento adecuado, y eso solo puede dártelo un profesional«, indica. «Así, el proceso debe ser: primero, escuchar qué preocupa al paciente y qué no está dispuesto a cambiar. Después, le explicamos con claridad qué opciones tiene, con sus beneficios y límites. Y, por último, diseñamos un plan realista que combina prevención, tratamiento y mantenimiento con una prioridad: que siga viéndose a sí mismo, pero con un rostro más descansado, armónico y coherente con cómo se siente», concluye.

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